La fundación del antiguo monasterio de Schoenstatt en 1143 ocurrió en una época de florecimiento de la fe y de la religión, después de la desintegración del orden espiritual y político de los siglos IX y X. En la historia de la Iglesia, al siglo X se lo conoce como al siglo de la oscuridad. Por una parte, se profundizó la falta de disciplina y la brutalidad de las costumbres, quedaron vacías muchas iglesias y abadías en Roma, pero también en toda Italia y en Francia. Por otro lado, hubo una serie de Papas piadosos y éticamente impecables que murieron asesinados en Roma.
En esta época ya se preparaba la reforma de la Iglesia en la abadía benedictina de Cluny, en Borgoña. A fines del siglo X dominaba en Roma el dictador Alberico. Los Papas dependían de él. Alberico fue el involuntario precursor de la reforma. Las antiguas posesiones de los monasterios, así como las tierras de las abadías, fueron repartidas entre las familias de nobles romanos y con esto acrecentaron su poder. Así, se hicieron peligrosas para Alberico. Por este motivo, Alberico intentó, con ayuda del Papa y de Odilo, Abad del Monasterio reformado de Cluny, estimular la vida monacal mediante la reforma de los benedictinos. San Pablo extramuros en Roma, Santa Inés y el monasterio de San Andrés quedaron en manos de los benedictinos de Cluny. El monasterio de Nuestra Señora en el Aventino, fue la residencia romana de los abades de Cluny.
Aunque en Roma el Papa dependía alternadamente hasta el siglo XI del emperador alemán o de la nobleza romana, se pudo sin embargo realizar la reforma de la Iglesia. Con Clemente II (1046 1047) comenzó una nueva época para la Iglesia. Si bien es cierto que este Papa llegó a serlo por recomendación del emperador alemán Enrique III, fue confirmado por el clero y el pueblo de Roma, y no impuesto forzadamente por la nobleza romana. Los dos sucesores inmediatos murieron al poco tiempo de su entronización. En 1049 fue elegido Papa el Obispo Bruno, de Toul, un hombre piadoso y entusiasmado por la reforma de la Iglesia. Eligió el nombre de León IX (1049 1054). Llegó peregrinando descalzo a Roma junto con Hildebrando, quien sería después el Papa Gregorio VII. La mayor parte de los cinco años de su gobierno la pasó viajando fuera de Roma. En total estuvo aproximadamente seis meses en Roma. León IX se había fijado dos metas: terminar con la simonía esto es, la compra de los cargos eclesiásticos y urgir al cumplimento del celibato. Cuando murió en 1054, a la edad de sólo 50 años, era conocido en toda Europa como ningún Papa lo había sido antes.
En los años siguientes, y con los sucesivos Papas, la reforma continuó su curso. Los dirigentes de las asociaciones católicas valoraron la santidad de la vida en el espíritu de las bienaventuranzas. Esta actitud se extendió y los monasterios volvieron a llenarse.
También las cruzadas, que comenzaron en 1095, contribuyeron a acrecentar el entusiasmo por la religión. Los peregrinos que querían llegar a Tierra Santa fueron acosados primero por los árabes y después sobre todo por los turcos. Era tarea de las órdenes de caballería el marchar a Palestina, abrir el camino a los peregrinos y al menos acompañarlos en su viaje.
La segunda cruzada comenzó en 1147. Surgieron las órdenes de caballería, asociaciones de laicos en algo semejantes a los monjes: eran los caballeros que se habían ido a Palestina y que en parte habían permanecido allá. Entre estas órdenes se encontraban los Caballeros de San Juan, los Caballeros Templarios y la Orden Alemana de Caballeros.
A fines del siglo XI y principios del XII surgieron nuevas Órdenes religiosas como resultado de los trabajos de la reforma:
Hubo muchos grandes nombres asociados a este período. Como contemporáneos se pueden mencionar:
Papas de la época de la fundación del antiguo Schoenstatt:
Iglesias construidas en esta época:
El monasterio del antiguo Schoenstatt estuvo regido por la regla de San Agustín, como muchas otras fundaciones monásticas de los siglos XI y XII. Un conocimiento básico que surgía de la fortalecida conciencia de sí misma que tenía la Iglesia en el siglo XI, era que las posesiones y la riqueza significaban un peligro para los clérigos. Por este motivo fueron exhortados a llevar un modo de vida apostólico y sencillo. Debían tomar de nuevo en serio el celibato: ya no eran tolerables el matrimonio de los sacerdotes y el concubinato. Buscando el ideal de vida sacerdotal que tenía la antigua Iglesia, se cree encontrarlo en algo nacido en África en torno al año 500: una severa regla monástica falsamente atribuida a San Agustín. Sobre todo se asocia con ello el recuerdo de la vida comunitaria que tenía San Agustín con su clero cuando era obispo de Hipona. Una detallada carta de San Agustín dirigida a una comunidad de monjas con diversas recomendaciones prácticas para la vida, confirmó la opinión de los hombres del siglo XI, de ver justamente en él al padre y al ejemplo de una vida sacerdotal.